Hay que reencontrarse como equipo. Pensar como equipo. Sudar como equipo. Pelarse las rodillas como equipo. Entender que nadie se salva solo. Porque esta racha duele mucho. Sin embargo, se vio algo distinto: hasta acá se observaba egoísmo de algunas piezas, individualidades que restaban, malas caras que corroían, desgano que desencantaba. Pero la actitud fue distinta. No merecimos perder. Al Tolo le apareció esa suerte que se le conoce y se llevó un triunfo inmerecido. De todos modos, sería noble que las autoridades del club asuman el error que representó no haber dejado partir a los que se querían ir. Nunca es buena una estadía forzada, a regañadientes. Porque luego lo terminás pagando caro. Muchos jugadores se convirtieron en simples botines trémulos luego de ver frustrados sus deseos de emigrar a Boca, Estudiantes, México, Rusia, Indonesia o las Islas Galápagos... Ojalá haya tiempo para revertirlo. Antes de este partido había desilusión en Cagna. Y hasta nos hacíamos la idea de un Tigre sin Cagna. El día que se vaya, se irá entre aplausos. Que eso lo descuente. Al menos, nos queda la satisfacción del golazo del Chino. Y la sensación de una posible reacción.
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