miércoles, 18 de noviembre de 2009

Giménez aún está indefenso

FRANCOTIRADOR
El miedo de Matías Giménez es el mismo que sentimos todos. Dentro de la locura general del mundo del fútbol, su primera decisión -irse de Tigre- resultaba de lo más sensato que se había visto en los últimos tiempos. La apretada de un barrabrava le hizo sentir en carne propia un estado de vulnerabilidad alarmante. Malas actuaciones, dinero para ir al Mundial de Sudáfrica, cualquier motivo es bueno para que los violentos presionen con su metodología y con el convencimiento de que todo quedará impune. Con el paso de las horas el jugador decidió quedarse y, más allá de sus posibles argumentos, aceptar esa cotidianidad que la mayoría de dirigentes, jugadores y técnicos se empecina en naturalizar día tras día. El cambió, no la problemática del escenario que le toca.
La gravedad del marco se potencia por el contexto de estos últimos tiempos. El pacto que Olé denunció en exclusiva entre barras (entre ellas la de Tigre) y el Gobierno para cambiar un tour a la Copa del Mundo por apoyo convierte el acto-denuncia de Giménez en un alerta de máxima nivel. Escucharlo, antes y después de su banquinazo, es triste porque revela una realidad que es difícil de modificar. Nadie le puede garantizar su seguridad, más allá del comunicado oficial de Tigre, que "invita" al jugador a que denuncie a los mismos barras que forman parte del escenario habitual del club, que los dirigentes conocen a la perfección y que el Gobierno cobija.
Los barras no son "dirigentes sociales" como pretende hacernos creer el nexo K con los violentos. La única manera de iniciar una lucha pareja contra ellos es romper ese pacto cada vez menos tácito entre dirigentes políticos y barras. Todo lo demás será tirar con balas de fogueo.
Fuente: Sergio Dubcovsky sdubcovsky@ole.com.ar

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