domingo, 3 de abril de 2011

Racing, prisionero de sus propios nervios

Racing, ansioso y acelerado, sumó la tercera caída seguida: perdió 2-1 con Tigre; Pernía, Stracqualursi y Yacob, los goles; Litch y Fariña, expulsados. Por Diego Morini / LA NACION

El instinto sanguíneo también puede perjudicarlo. Muchas veces lo guiará, como en aquella sana intención de ataque constante y control de la pelota. Pero otras tantas será un efecto conspirador para Racing. Son oscilaciones en el carácter en las que ya cayó y, seguramente, caerá si pronto no consigue una estabilidad emocional. Por un gol, por una adversidad, por una decisión arbitral -Laverni dirigió mal- o, apenas, por un grito. Sí, por un sonido ambiente que puede empujarlo hacia una arremolinada confusión. Racing no consiguió contenerse ni controlarse. Tigre, aunque a veces pareció en aprietos, salió airoso como un prestidigitador ante los duros ojos del aturdimiento del que tiene enfrente.

El interés apareció por motivos de varios colores. Racing se topó con esa clase de partidos que reclaman una muestra ante los ojos propios y los extraños. Puso a prueba, desde el costado del juego, la capacidad de reacción después de dos derrotas consecutivas que borronearon su cartel. Y también despertó curiosidad por la convivencia interna y sus chisporroteos: con un arquero, De Olivera, que se quedó afuera por bajo rendimiento, y con la combustión por los golpes entre Teo Gutiérrez y Dobler durante una práctica.

El desarrollo entregó lo suyo con la inequívoca convicción de que Tigre rehuyó el protagonismo y el compromiso. Por más que a veces parece adormecerse, Racing tiene un material explosivo. Lo demostró en menos de un minuto: Islas le tapó un mano a mano a Gutiérrez, que quedó libre tras una combinación de Hauche, e inmediatamente el propio Hauche vio cómo Echeverría sacó en la línea un tiro sutil por encima del arquero. La Academia se movió rápido; lo malo fue que confundió cambio de ritmo con aceleración alocada y nerviosismo.

Fue increíble cómo Racing, dominador por presencia y espíritu, se metió en semejante embrollo después del bombazo de Pernía. En casi el único avance de Tigre, entre rebotes y quedos defensivos, el lateral anotó con un zurdazo alto que dejó inmóvil al paraguayo Fernández. La ansiedad dominó a la Academia porque todo lo que generó en la ofensiva no pudo sostenerlo en la última línea.

Si hasta entonces los visitantes sostenían el argumento del contraataque, ni que hablar después de verse arriba en el marcador. Sin embargo, una corrida de Stracqualursi y un embate de Román Martínez -la defensa falló en un centro- demostraron que conseguían profundidad, pese a los esporádicos intentos, siempre a la caza de alguna equivocación de los locales. A la par, enfrente, la figura de Islas se agigantaba ante Gutiérrez y Hauche.

Ese cúmulo de nervios quedó expuesto en la expulsión de Licht y en la amonestación de Martínez cuando ya había terminado el primer tiempo. La Academia ni siquiera encontró calma en algunos gestos del DT Miguel Russo. Cómo habrá sido que hasta fue expulsado el preparador físico, Guillermo Cinquetti, por un duro reclamo a Laverni cuando los equipos se fueron al descanso. Fue como si la mente de Racing quedara dividida, nublada, ante los factores que condimentaron el partido.

En ese contexto, y por más que aún restaran 40 minutos, el anticipo de cabeza de Stracqualursi sonó lapidario. Racing profundizó las llamativas lagunas que lo privaron de aquella efervescencia del principio del Clausura. Pese al descuento de Yacob, de cabeza, agudizó aquel frío sentimiento de sentirse capaz, potente, y, sin embargo, desbarrancarse por el estado de alteración que suele apresarlo. Ese al que no puede hacerle frente por más que muestre rescatables iniciativas en su búsqueda. No habrá caso: la Academia llevará grilletes hasta que no consiga serenarse.

Fuente: www.canchallena.com www.lanacion.com

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