Una vez más se cumplió el ciclo de depredación. Los malos resultados se comieron el funcionamiento de un equipo pretencioso, que jugaba hermoso, que batallaba con hidalguía contra los molinos y que se empachaba en elogios. El flojo funcionamiento, al mismo tiempo, se devoró la confianza, el compromiso, la valentía, las ideas, las ganas. Y la poca actitud y la ausencia de esfuerzo se lo fagocitó todo. Todo. No dejó nada. Ni siquiera la armonía que había convertido a Tigre en un club modelo y que hoy ve a lo lejos como el Matador escribe tristes páginas de apretadas.Ayer me vi en Cagna, quizás uno de los DT más laburadores y nobles que hayan pasado por el club en mucho tiempo. En su abatimiento. En esa mirada perdida estaban los ojos de todos los hinchas de Tigre. Los mismos que veían a un monoplaza de F-1 contra un karting. Y Schumacher, precisamente, era ese pelado que manejaba el partido sobre su escoba. De nuestro lado, nada. Contra Vélez volveremos a intentarlo. La cancha debe explotar. Tigre va a volver a sacar la garra. Y juntos, nos volveremos a emocionar.
Fuente: www.ole.clarin.com
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