sábado, 21 de noviembre de 2009

Una práctica liviana

Estudiantes jugó con Tigre, no contra Tigre. El Pincha, al trote, sumó rodaje para el Mundial de Clubes y, de paso, les recordó a los líderes que el León todavía ruge.
Martín Pertierra mpertierra@ole.com.ar
A Estudiantes le sobró un jugador. Si eran diez contra once, tal vez se hubiese emparejado el partido. Tal vez. Ninguna hipótesis puede ser segura cuando enfrente hay un rival tan indolente como lo fue Tigre ayer. Que si en el primer tiempo terminó sólo un gol abajo fue porque el Pincha, de tan cómodo que estaba, sentía que por decantación iban a llegar más gritos. A Sabella quizá le sirvió de entrenamiento el partido, pensando en el Mundial de Clubes, aunque puede ser también engañoso para Pachorra mensurar el calibre de su equipo frente a un rival que, por lo expuesto ayer, no debe estar a la altura del Pohang Stellers FC de Corea o ni del TP Mazembé de Mozambique, los posibles rivales del León en las semifinales de Abu Dhabi.
Verón, aun a media máquina, es por lejos el mejor. Participó en los tres goles: armó una pared con Carrusca previo al 1-0, urdió con Carrusca una jugada preparada que terminó en centro del Chelo y grito de Ré, y le puso un centro a la cabeza a Boselli en el 3-1. La Bruja siente que le sobran energías cuando tiene al lado al Chapu Braña, quien se prodiga para hacerle el partido más relajado a JS.A
Estudiantes le sobraron jugadores en la defensa. Tanto que Christian Cellay la metió en contra (¿debe Sabella preocuparse pensando que su equipo ya se había metido dos pepas contra Central?) cuando se sorprendió en el área con una esfera que, hasta ese entonces, no había merodeado por su zona. O tal vez podría haber jugado sin arquero, ya que casi ningún jugador de Tigre (y no es una exageración) acertó al arco. Excepciones: el Chino Luna mostró la entrega de siempre y por lo menos estrelló una pelota en el palo. O un tirito de Montiel en el segundo tiempo que le dio la chance a Albil de tirarse una vez. El resto, cero. El desgaste en los grupos existe. Este equipo de Cagna lo prueba. Morel y Castaño, enormes figuras en los dos subcampeonatos del Matador, fueron los primeros cambios. Y el tercero fue Lázzaro, otro prócer (enfrente Verón, tocado, jugó todo el partido...). Sobresalieron, además de Luna, Blanco y Garat, dos pibes que se la pasaron tapando agujeros. El resto no corrió; reptó. Con una lentitud pasmosa, con los ojos bien abiertos para ver cómo los rivales les pasaban por los costados, para observar cómo se les va borroneando tanta historia heroica que supieron escribir en tiempos no tan lejanos. Este ya no es el equipo de Cagna...
Si un jugador de Estudiantes, sólo uno, hubiese jugado en Tigre, quizá la historia era distinta. Por contagio. Y en vez de un entrenamiento, se hubiera visto algo parecido a un partido por los puntos.

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