sábado, 14 de noviembre de 2009

Sin miedo a ganar

Lo necesitaba, lo quería, se lo pedían. Tras 12 fechas y una semana agitada por choques con hinchas, Tigre volvió a la victoria ante un flojo Godoy de Trossero.
Leonardo Rodriguez Bruno lrbruno@ole.com.ar
La suma de todos los miedos: a seguir barranca abajo futbolísitcamente, a sufrir una nueva derrota que lo deje con trece fechas sin ganar, a tener que soportar una nueva demostración de agresividad de su propia gente. Tigre salió a la cancha con todo eso a cuestas, todo encima, todo dentro de la cabeza de sus jugadores. No era fácil para un equipo que no encontraba el rumbo, que no lograba sostener resultados ni hilvanar un poco de juego.
Pero ganó.
¿Ganó?
Ganó. Tigre ganó.Y sin lograr encontrar un rumbo muy claro ni hilvanar demasiado juego. Pero ganó. ¿Importa cómo? ¿A alguien puede importarle después de no sumar de a tres desde la primera fecha del campeonato? A nadie.
Sobre todo cuando los motivos ni siquiera se pueden encontrar de su lado. Tigre ganó porque Godoy Cruz se lo permitió. Porque después de que el equipo mendocino tuviera -sólo la tuvo: no generó nada- la pelota durante un cuarto de hora, Salomón quiso rechazar un balón y lo dejó en el único lugar en donde había un rival, afuera del área, para que Morel rematara de zurda. Morel, justo él, el que lleva la responsabilidad de generar fútbol, uno de los más apuntados por la gente por el momento del equipo de Cagna.
Sin embargo, a pesar del gol, no generó fútbol. Tigre fue un compendio de pelotazos, subidas aisladas de los laterales y sacrificio en sus delanteros. Tuvo dos posibilidades claras en los pies de Luna -una chilena que atrapó Ibáñez y un mano a mano que, tras eludir al arquero, definió alto-, pero poco más.
Tal vez fueran esos miedos los que le impidieran jugar con soltura a pesar de ir en ventaja y de tener enfrente a una sombra del Godoy Cruz que bailó a Racing la semana pasada. Con el debut de Enzo Trossero en el banco, el Tomba fue un esbozo de equipo en formación (siempre una de más, nunca tres pases seguidos, jamás un mano a mano). La nada misma.
Y Tigre ganó. Sólido, por méritos compartidos, en el fondo, recibió al final todos los aplausos que se le venían negando. Tras el 2-0 -centro de Luna, cabezazo de Pasini, tapada de Ibáñez, centrito de Pasini, definición con el arco libre de Fondacaro-, todo fue una fiesta. Afuera y adentro, donde los jugadores se abrazaban, saltaban, se trepaban unos a otros como si hubieran conseguido un título. Y lo consiguieron.
Tigre ganó. Es el título. Un título que vale mucho por el momento interno y externo. Para sacarse el miedo a ganar. Para dejar todos los miedos atrás.

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